Una caída en la confianza del consumidor provocaría también una ralentización económica, pues este es un indicador clave para que mejoren el consumo, la producción, el empleo y la competitividad. El sentir actual de los consumidores con respecto a la economía es el más bajo desde 2002 (cifras sobre índice de confianza del consumidor, en una escala de cero a 100, donde 100 es la mejor calificación).